Texto y fotos: Diego Caballo

Vestimenta

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En un viaje reciente a Irán nos hacían la siguiente recomendación: Las señoras deberán utilizar la vestimenta más light  que se recomienda para  las mujeres del país: pañuelo en la cabeza y blusón o bata hasta la rodilla. Se puede mostrar parte del pelo   y ya se admite el maquillaje. Y a continuación nos adjuntaban las fotografías que mostramos para facilitar  un mejor entendimiento de las instrucciones sobre el vestuario  femenino.

 

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Y esto era lo light, porque también señalaban muy claramente que el  uniforme islámico correcto es una especie de guardapolvo o gabardina fina, de manga larga y que cubra hasta más abajo de las rodillas como mínimo, lo preferible sería hasta el tobillo. Debajo de esta prenda, pantalones o falda larga hasta los pies. El pañuelo tapando todo el pelo y anudado bajo la barbilla. Es mejor que la ropa sea oscura, gris o colores poco llamativos. El uniforme, incluido el pañuelo, hay que vestirlo siempre. Pues, según los líderes religiosos, enseñar el cabello, los tobillos y la piel del cuello es provocación.

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El uso del chador, riguroso y negro, un velo que cubre prácticamente todo el cuerpo, es obligatorio para entrar en algunos lugares santos, como mezquitas y mausoleos. Por lo general, se pueden alquilar a la entrada. Si se dejan ver los tobillos y los pies hay que ponerse calcetines o unas medias gruesas. No deben llevar ropa llamativa ni joyas ni maquillaje muy pronunciado.

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En realidad lo hasta ahora expuesto es lo considerado la ortodoxia  en el vestir, pero ya empiezan a sorprendernos las jóvenes tocadas con un pañuelo de colores  anudado que deja ver una buena parte del cabello por delante y la melena por atrás, o maquillajes muy llamativos, trajes muy ceñidos y el guardapolvo por encima de la rodilla. Esta situación de relajo en las normas se da fundamentalmente en las ciudades más grandes y avanzadas.

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Pero en Irán, donde el islam chiíta representa el 91% y el islam sunita el 8% y donde los cristianos, judíos y discípulos de Zaratustra son tan minoritarios, los hombres lo tienen mucho mejor, y pueden vestir de la misma manera que lo harían en España o en Europa, con unas pocas salvedades. Se desaconseja encarecidamente llevar pantalones cortos y camisetas de manga corta a los turistas hombres. Por lo general, los no musulmanes pueden acceder al interior de las mezquitas sin necesidad de descalzarse, excepto cuando se anda sobre las alfombras.

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Normas

En tiempos del sha Reza Pahlevi se modernizó la vestimenta y se lograron importantes reformas culturales y sociales con relación a los derechos de la mujer, aunque ya se encargó de dejar bien claro en alguna entrevista que mujeres y hombres pueden ser iguales ante la ley, pero no en capacidades.

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En estos momentos en Irán, donde el 40 por ciento de los trabajadores son funcionarios, pero reduciéndose cada vez más la presencia de la mujer en la Administración, llevar el chador es normal porque – nos dicen - “es el uniforme”. Del resto, unas lo llevan por convicción, como algunas jóvenes o muy jóvenes que admiran y veneran a sus líderes espirituales, como demostró una chica que viajaba en el metro y que iba dándole besos a la pantalla de su móvil. Se comprobó después que no se trataba de la imagen de su novio sino de la de un  líder religioso.

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La mujer tiene dos vidas, una en su casa, en la que pueden hacer una vida casi normal (según el marido o familia que tenga)  y otra afuera, en la sociedad, donde es evidente la separación de sexos. No pueden ser juezas ni clérigas y algo tan trivial como ir al fútbol no les estaba permitido hasta hace muy poco tiempo porque la religión prohíbe ver a hombres en pantalón corto. A la hora del rezo, las mujeres deberán colocarse detrás de los hombres porque ella es la tentación y él  el más “débil”.

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Los ojos de los hombres poseen unos rayos que les permiten ver  a través de la ropa de la mujer, y por eso no se les puede “facilitar” aún más vistiendo  ropa transparente o ceñida. Nos cuentan un caso de detención de una joven por este motivo del que al final salió bien parada gracias a que quien le tomaba declaración en la comisaría era una mujer que fue rellenando los papeles poniendo datos falsos de domicilio y teléfono para que no pudieran localizarla. Para ser liberada tuvo que acudir su hermano, que se la llevó a casa cubriéndola con una manta negra después de que ella firmara un documento prometiendo no hacerlo nunca más.

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Sufren segregación y están a merced de los maridos, que marcarán las normas, algunas rígidas e inquisitoriales heredadas del pasado remoto. Hasta las puertas del año 2000 la pena por no llevar velo era de 70 latigazos, ahora solo reciben una amonestación por parte de los guardianes o policía de la moral, como pudimos comprobar en el hall del hotel donde nos hospedábamos en Teherán o a bordo del autobús que nos trasladaba.

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Por ley, el jefe de familia es el hombre y por ley la mujer vale la mitad que el hombre. A la hora de la herencia el niño recibirá el doble que la niña. El hombre puede cercenar  la proyección profesional de la mujer y son ellos los que deberán dar permiso o denegarlo para que puedan viajar, trabajar, estudiar o, incluso, hacer trámites burocráticos, además de la discriminación de los sueldos, y todo con un mismo objetivo: que se queden en casa cuidando de los hijos y del marido. No muy alejado de esto era lo implantado en España durante la dictadura franquista.

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Tras la revolución islámica del año 1979 y la llegada de Jomeini, todo empeoró para ellas de forma importante. El derecho de divorcio lo tienen muy  complicado. Pero si los que se divorcian son ellos les dejan pocos o ningún derecho, por lo que lo más aconsejable en la mayoría de las ocasiones es que “salgan en silencio”.

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También sigue existiendo el derecho de pegar a sus mujeres si no les obedecen, siempre tan subjetivo.

Se admite el “matrimonio temporal”, que permite al hombre tener “esposas temporales”, pero como el valor de la virginidad sigue siendo muy alto, esa temporalidad  la sufren, fundamentalmente,  las mujeres más pobres. Claro que hecha la ley, hecha la trampa. Jóvenes de ambos sexos con pocos recursos económicos recurren a esta fórmula para compartir su vida, hacer viajes y ocio en general sin problemas con los guardianes de la moralidad.

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Pero no olvidemos que lo peor de todo está dentro de la casa: si la familia es liberal, todo va bien, si son religiosos o muy religiosos  la mujer lo tendrá muy difícil.

La revolución del velo blanco

En las grandes ciudades la cosa cambia. La juventud empieza a saltarse las normas rígidas de la vestimenta y del maquillaje, que es su manera de hacer la “revolución”: intentar saltarse las normas que custodian los guardianes de la moral en este país de más 80 millones de habitantes de los cuales 3 millones son estudiantes universitarios y de ellos el mayor porcentaje estudiantil es de mujeres aunque, curiosamente, con restricción de carreras con la intención siempre de más hogar y menos actividad social.

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El problema de la mujer iraní – nos repite la guía - no es velo sí o velo no, lo que de verdad nos importa es tener la libertad de llevarlo o no llevarlo. En Irán – añade – no se pueden hacer muchas cosas y se hacen todas. No existen muchas cosas pero existen todas, como la prostitución, el aborto, etcétera.

Frente a esto se está produciendo un cierto movimiento de liberación, sobre todo en las grandes ciudades, como Teherán, donde, según nos contaron, desde hace ya algún tiempo cada miércoles son muchas las mujeres que visten un velo blanco como señal de reivindicación de sus derechos de igualdad, en lugar del reglamentario negro.

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En Irán, como en cualquier otro país,  no todo es malo. No todos son fanáticos religiosos ni machistas: primero porque no existe una sociedad unánime en los pensamientos y segundo porque la sociedad va cambiando y les va cambiando. Existen muchos estereotipos sobre Irán alejados de la realidad que se desvanecen al visitarlo.

En este país, en el que Ciro el Grande construyó el primer paraíso, cuarto a nivel mundial exportador de petróleo, con más de 500 refinerías; que forma parte del triángulo de oro de la cultura, junto a Egipto y Grecia, de donde procede el ajedrez y la medicina (aconsejamos ver la película El médico (2013), del director Philipp Stölzl) y donde los Ayatolas son la señal de dios, hay de todo y no hay de nada y lo que se ve no es y lo que es no se ve.

Pies de fotos

1 y 2) Retratos

3) Mujer pasea por Persépolis

4 y 5) Retratos

6) Jóvenes posan para la foto

7) Conversando mientras descansan

8) Pasando ante mezquita

9) Posando para la foto

10) ¿Da o pide explicaciones?

11) Dentro del comercio

12) Retrato

13) Anciana en poblado

14) En cajeros bancarios

15) Rezos. Hombres delante, mujeres detrás


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